- Los países desarrollados, logran tener 700 árboles por habitante.
- Al diseñar y construir, hay que entender la diferencia entre un parque, un sotobosque, un bosque nativo y una zona verde.
Bogotá, Septiembre de 2016. Arquitectos, constructores y autoridades que regulan el desarrollo de las ciudades deben superar “el síndrome del concreto”, de lo contrario terminaremos construyendo ciudades que afectan al ser humano con las cargas contaminantes que están presentes en los desperdicios, las aguas residuales, la contaminación electromagnética y los altos niveles de ruido, afirma Luis Enrique Maldonado, gestor del proyecto Bosques de Granada y Cayundá, localizado en el vecino municipio de la Calera.
Los bosques nativos y en general los espacios verdes y naturales brindan salud a sus habitantes. “Es por eso que no hay veterinarios en la selva”, dice e Maldonado, quien más allá de un promotor inmobiliario, es un hombre que ha vivido en carne propia el efecto saludable de la naturaleza y en especial del medio ambiente. Viviendo en ambientes naturales, donde los insectos polinizan las plantas, y los aromas naturales le dan vida al aire, él ha logrado superar lo que llama “el síndrome del concreto”.
Lo ideal sería que cada conjunto o proyecto urbanístico pudiera combinar los diferentes usos. “Conciliar la producción de alimentos en patios o azoteas con las paredes verdes, es una propuesta no solo saludable sino ecológicamente sostenible. Es una manera de producir alimentos y al mismo tiempo acercar a los ciudadanos al verde”, dice Maldonado.
Esto resulta mucho más simple y eficiente en el caso de un condominio como Bosques de Granada y Cayundá, donde la conservación del bosque nativo es el principal interés. Así el 70 % de las zonas serán comunales, mientras solo el 30% será privada.
Aunque existen lineamientos generales para determinar las condiciones de construcción y una serie de normas generales para el desarrollo urbanístico; cada proyecto tiene unos parámetros propios que son revisados por las curadurías, en el caso de Bogotá, y las oficinas de planeación municipales.
Por eso los nuevos condominios tienen cada día más en cuenta las diferencias entre un parque, un sotobosque, un bosque nativo y una zona verde. Para diferenciar estos espacios, se pueden valorar territorios como la quebrada La Vieja, en Rosales, que es un sotobosque, ya que su entorno es una mezcla entre plantación nativa y reforestación. “En otros ambientes como el Parque Nacional de Bogotá hay zonas donde se privilegia el bosque sobre el parque”, explica este defensor los proyectos sostenibles.
Maldonado considera que la reserva de van der Hammen debería urbanizarse con un criterio claro de expansión, donde se combinen los diferentes usos de la tierra. Resalta que en los países desarrollados, se logra tener 700 árboles por habitante. Un indicador que se podría establecer en futuros proyectos de la sabana o sus alrededores.
Para entender el adecuado crecimiento de una ciudad, se debe entender que los árboles oculten los edificios y se conviertan en el paisaje, frente a desarrollos que prácticamente se dedican a traspasar los principios de la ciudad. Tanto por el índice de construcción como por la eliminación de los bosques nativos y las zonas verdes. Mientras que otro tipo de zonas verdes son los campos de fútbol, que no se pueden equiparar con espacios ambientales.